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Disminución de la líbido (Deseo sexual hipoactivo).

En las mujeres, los andrógenos (hormonas sexuales masculinas) presentes en circulación incluyen el sulfato de dehidroepiandrosterona, la dehidroepiandrosterona, la androstenediona y la testosterona. Estos compuestos cumplen funciones relevantes en el desarrollo, la maduración y el comportamiento sexual femenino. La testosterona es el principal andrógeno circulante en sangre y se transforma en estrógenos. Los niveles de andrógenos varían según las diferentes etapas de la vida de la mujer y su determinación se realiza principalmente mediante análisis sanguíneo.


La dehidroepiandrosterona se sintetiza en las glándulas suprarrenales y la testosterona en los ovarios. Tras la menopausia, la dehidroepiandrosterona constituye la fuente principal de testosterona. A diferencia del estrógeno, la testosterona no experimenta un descenso abrupto durante la menopausia, pudiendo incluso incrementarse en algunas mujeres mayores. La cuantificación sérica de la testosterona permite evaluar la disponibilidad hormonal en el organismo.


Actualmente, no existen criterios bioquímicos estandarizados para el diagnóstico de deficiencia de andrógenos en mujeres. Además, bajos niveles de testosterona no se asocian necesariamente con una disminución del deseo sexual, por lo que resulta fundamental valorar la sintomatología clínica antes de considerar tratamiento sustitutivo con testosterona.


En la práctica clínica, la testosterona se emplea principalmente en el manejo del trastorno del deseo sexual hipoactivo en mujeres. Esta patología, frecuente en mujeres de mediana edad, se caracteriza por una reducción persistente del deseo sexual que genera malestar o dificultades interpersonales. Estudios han evidenciado que el tratamiento con testosterona puede mejorar el deseo sexual en mujeres posmenopáusicas. Sin embargo, la evidencia disponible no justifica su uso para otros objetivos, como el aumento de masa muscular, la prevención del deterioro cognitivo o el tratamiento de la depresión, entre otros.


En conclusión, la testosterona desempeña un papel fundamental en la función sexual femenina, particularmente en el contexto de la disminución del deseo sexual. Si bien se están investigando otros posibles beneficios de la terapia con testosterona, como su impacto sobre la depresión, la cognición o la masa muscular, los datos actuales son limitados y se requiere mayor investigación para avalar su utilización en estos ámbitos.

 
 
 

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